Cuando aun estamos a un centenar de metros del
enorme complejo, nos detenemos un momento para tomar la correspondiente foto.
No hay tráfico a estas horas de la mañana, pero, llevados por un ánimo de no
molestar, subimos nuestro vehículo a la solitaria acera sobre la que no se
divisa ni un solo peatón en lo que alcanza a verse. Hacemos nuestra foto
mientras que, a cierta distancia, somos observados por dos policías con pinta
de aburridos. Unos negros nubarrones comienzan a soltar las primeras gotas de
agua y nosotros reemprendemos la marcha.
Pocos metros más adelante,
con gesto amable e inequívoco, los policías nos indican que paremos.
“Pasaporte, por favor …”,
y le entregamos el pasaporte. “Permiso de circulación…”, y le entregamos el
permiso de circulación. “Permiso de conducir…”, y se lo entregamos también.
“Carta verde …”, se la damos, y nos miramos preocupados. Entonces, el policía
más joven, con cara seria, nos aclara:
- Infracción. Aquí no pueden parar en acera …
Acera sólo para personas…
- Sí, lo siento, fue solamente un momento…, lo que
tardé un hacer la foto … No quería molestar y … - Contesto con cara suplicante.
- Ya. Pero …,
infracción. Tendré que llevarme la documentación.
Entendí lo que pretendían. Por un momento pensé en
cómo actuar y decidí mostrarme intransigente. La lluvia iba en aumento.
-¿Cómo? Imposible. No pienso irme sin mi
documentación. Tendrán que llevarme a la comisaría o…, o montaré un gran
escándalo …
- Bueno, ¡qué sea lo que Dios quiera! ¡Inch Alá! que dicen Uds. Si quieren pueden subir y vamos a la
comisaría… - Digo, dirigiéndome al policía que permanece en segundo plano,
intentando mostrarme seguro y tranquilo. La lluvia es ahora más fuerte.
Los dos agentes se miran un momento, con mirada
inquisitiva, me parece a mi. Y me doy cuenta de que no están muy de acuerdo
entre ellos pues, mientras uno actúa con decisión, el segundo parece un tanto
temeroso. Bajo la lluvia, empapados, se dicen algo en árabe, y , luego, el duro insiste:
- ¡500 dirhams,
eh! ¡Mucho dinero…!
- Sí. Demasiado para tan pequeña infracción… claro
que yo no conozco bien las leyes marroquíes… - Les digo, dirigiéndome al más
indeciso, con cara de arrepentimiento y humildad. Pero, como siempre, es el más
duro el que me contesta:
- ¡500 dirhams…! Tal vez podríamos arreglarlo…
- Ya me gustaría, ya. De todos modos no tengo nada
de dinero…, estaba esperando llegar a Casablanca para ir a un banco… Espero que
en la comisaría acepten VISA porque, de lo contrario, vamos a tener que dormir
allí…
Cuando, poniendo cara de asustado y señalando a
los niños, termino la frase, me doy cuenta de que no voy a salir mal librado.
Su seguridad del principio era ya nerviosismo cuando el más prudente de los
agentes toma al otro por un brazo y lo lleva detrás de la autocaravana, fuera
de mi vista. A los cinco segundos estaban de vuelta. Me devuelven los
documentos y, con un seco siga me
despiden. Les doy las gracias, por si acaso, y respiro. ¡Qué cabrones…! exclamo
luego, nervioso como un flan. Y, mientras Fernando me pregunta sobre la causa
del exabrupto, yo pienso que no soy tan mal actor, ¡creo que ni me notaron el
miedo que tenía…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario